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¿COLOMBÓFILOS?
- Abr 22 2011

VOLVIENDO A FLIUNTE


Cuenta la historia que hallándose el filósofo Pitágoras de Samos (c. 582-c. 500 a.C.) disertando en Fliunte, alguien le preguntó si era sabio (sophos, en griego.) Contestó que no, que sólo se consideraba un “filósofo”.

El término que utilizó, está formado por dos palabras griegas: “philo”=amor y “sophia”=“sabiduría”. (Se pronuncian “filo” y “sofía” respectivamente.) Unidas, significan “amante de la sabiduría”.

Esta aclaración tenía su razón de ser, porque para él, solamente Dios podría ser considerado sabio, puesto que es el único que lo sabe todo.

El prefijo “filo” (procedente del griego “philéo”, que significa “yo amo”), forma parte de muchas voces, principalmente cultas, como filosofar, filosófico, filosofal, filantropía, filarmónico, etcétera.


Como sufijo, tiene igual significación y, según como se lo emplee, vale tanto como “amante de”, “amigo de”, como es el caso de “colombófilo” que, tomado al pie de la letra, significa: "amante, amigo, aficionado, afecto a las palomas". Pero en la composición de esta palabra, el prefijo no nos viene del griego, sino del latín. “Columba” significa en aquel idioma “Paloma”. El sufijo sigue siendo, como puede verse, griego.

Ahora bien: Colombicultura, es una palabra compuesta derivada enteramente del latín. Al término columba = paloma, se le ha agregado en este caso la voz –cultura, que significa “cultivo”, “crianza”. La utilizamos para referirnos al arte de cultivar, de criar aves de ese género.

Hasta aquí todo está etimológicamente bien enderezado, porque los significados de las palabras siguen un encadenamiento lógico inatacable.

Este sería también el caso de “colombofilia”, palabra que, bien empleada, es decir, atendiendo a sus raíces, no puede significar otra cosa más que afición, simpatía o amor hacia a las palomas.

Sin embargo, los diccionarios de la lengua la definen impropiamente como: “Técnica de la cría de palomas, en especial de mensajeras // 2. Deportivamente, afición a poseer, criar, adiestrar, etcétera, palomas.”

Se trata de un error garrafal que debiera ser enmendado sin tardanza por la R.A.E., porque para poder entendernos debidamente, no deberíamos dar a las palabras más significación que las que estrictamente tienen.

La palabra “técnica”, por ejemplo, nos viene de una voz griega que significa “arte”, y se la define como: “Perteneciente o relativo a las aplicaciones de las ciencias y las artes” y también como “Conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte.”

Las “técnicas” aplicables a la colombicultura (o arte de cultivar racionalmente palomas), no son otras más que aquellas que conforman los conocimientos teóricos y empíricos propios de la parte de la zootecnia que se ocupa específicamente del cultivo de estas aves.

¿Por qué denominar entonces “colombofilia” a lo que se llama en realidad y muy apropiadamente por cierto “colombicultura”?

Ahora bien: si “colombofilia” significa en sentido lato “sentir cierta simpatía o atracción por las palomas en general”, es decir, por cualquier clase de paloma, se cae de maduro que podríamos llamar inequívocamente “colombófilo” a todo aquel que experimentase en carne propia dicho afecto, sin importar a qué especie, raza o variedad pertenezca la de su predilección y no teniendo en esto nada que ver el hecho de que la cultive o no.

Como podrá sospecharse, existe una enorme variedad de afectos, intereses y finalidades entre los aficionados a las palomas. Algunos se contentan sólo con mirarlas, otros las crían por simple deleite, otros hacen de ellas un redituable comercio, otros las crían para conservar sus características raciales y otros para tratar de perfeccionarlas.

Es probable que entre todos ellos hallemos algunos que merezcan ser tenidos por “colombófilos” hechos y derechos, pero seguramente habrá muchos otros en quienes la aplicación de ese término resultaría completamente desproporcionada.

Otra absurdidad sería decir de ellos que practican la “colombofilia”, porque para hacer “colombicultura”, por ejemplo, es necesario dejar el corazón totalmente a un lado. Si fuésemos en sentido estricto "colombófilos", los colombicultores jamás podríamos ejercer nuestra función de seleccionadores.

Ahora bien: si nos propusiésemos hacer una categorización de estos “colombófilos” sui generis atendiendo a las distintas inclinaciones y/o propósitos que disparejamente centran sobre las palomas, tendríamos necesariamente que adjudicarles nuevos nombres, porque tales designaciones deberían indicarnos concretamente a qué se dedican y qué es lo que realmente son en cada caso.

Dicho esto, hagamos ahora un alto reflexivo. Trasladémonos imaginariamente a Fliunte; convirtámonos por un momento en Pitágoras y contestémosle a nuestro inquiridor ficticio si somos en verdad “colombófilos”.

Y si no lo somos, digámosle acto seguido como deberiamos en puridad llamarnos.


Texto tomado de la página web PALOMEANDO y escrito por J.C.Rodolfo Ceballos